El documental del sueco Malik Bendjelloul rinde tributo y saca del olvido en EEUU a un cantautor adelantado a su tiempo, Sixto Rodríguez.
Su historia va más allá de una realidad simple. Tenía el talento, el sello único, la lírica que en la década de los 70 lo pudieron catapultar en un cantautor político y social a la par de Bob Dylan.
Sixto Díaz Rodríguez, hijo de inmigrantes mexicanos originarios de Santa María del Río, San Luis Potosí, fue el sexto hijo de la familia (de ahí su nombre) que se afincó en Detroit, Michigan.
Sixto, el sexto, no era como los otros. Tenía un don especial: El de expresar musicalmente las verdades que otros ven a medias, las realidades de una sociedad marginal como son los inmigrantes en EEUU.
Con todo a su favor, todo estuvo en contra. No pasó nada musicalmente con él. Regresó a su trabajo en construcción, al que iba vestido como una estrella de rock y con su guitarra. Lo suyo no era pose, no era pretensión, era autenticidad.
Se creó un mito y su historia dio un giro cuando comenzó a ser admirado en Sudáfrica. Se le reconoció, se le escuchó, pero EEUU -ni la comunidad latina, lo mencionó, al menos no públicamente.
Hasta ahora. Ya tenemos la oportunidad de ver y conocer la increíble y real historia de Rodríguez en el documental “Searching for Sugar Man”, del director sueco Malik Bendjelloul.
Rodríguez y Bendjelloul estuvieron en Chicago el pasado 9 de julio en promoción del filme y pudimos hablar con ellos y descubrir más del mito de Rodríguez. Lo que encontramos fue un hombre de una sencillez y genialidad extraordinaria.
Rodríguez, el hombre detrás del mito
Sixto llega a la habitación del hotel en el que se realizó la rueda de prensa con su guitarra. Viste de negro, lleva gafas oscuras.
Es una figura mística e interesante que te cambia la conversación de un momento a otro, con diferentes ideas -todas interesantes- y que puede fácilmente retraerse en su propio mundo.
Habla un poco en español y lo entiende más. Confiesa que nunca ha estado en México. (Más adelante, ese mismo mes, haría su primera visita, al acudir al Festival Internacional de Cine de Guanajuato).
Hablando de sus comienzos en la década de los 70, dice simplemente que nada pasó. Hoy a sus 70 años, todo puede pasar.
“Aquí estoy, es lo que importa. Lo que pasó antes fue como cuando la gente hace un trabajo y a eso yo lo llamo una pasantía. Lavar trastes en Denver, servir mesas en estos lugares que llaman restaurantes, todos lo que hacemos. Tú creas tu nave, si es que la hay. Soy un tipo con suerte”, dice.
Se describe como una persona muy privada, de pocos amigos y como un cantautor político. Cuando Malik Bendjelloul viajó a Detroit para hacer el documental, Rodríguez no estaba muy seguro.
“Estaba muy escéptico y con cierta resistencia. Le dije que podía hacer este filme sin mí y probablemente hubiera podido hacerlo”, añade.
Pero no hubiera sido lo mismo. Rodríguez no se da el protagonismo del documental. Alaba a Malik, su técnica cinematográfica, su estética. Se desprende de su yo para enfocarse en el otro, como si no tuviera nada que ver.
Niega rotundamente que sea una figura misteriosa.
“No, no, no. Yo no soy un misterio, aquí estoy, soy tuyo (risas), sigo en mi trabajo del diario vivir. La música está aquí”.
Al querer hablar más de su historia, presume los pósters del filme cuando fue proyectado en Europa. “¡Tengo que mostrártelos! !No es algo de todos los días! No escogí hacer esto (el documental). Él (Malik) me escogió, fue algo tan natural. Tú no piensas que te vas a enamorar, te enamoras. Él creó una cosa tan natural y no porque quisiera una recompensa, porque quería hacerla”, recalca.
Todo esto es nuevo para él. Hasta la atención que se le da y le resulta extraño pero no incómodo.
Cambia luego el tema. Me habla de historia. De que estudió filosofía en la Universidad, de la civilización del México Prehispánico, de la Revolución Mexicana. Y de política, activismo y comunidad en Detroit, Michigan, donde comenzó cantando en bares.
¿Y la música? Por lo pronto no tiene planes de regresar al estudio. “No quiero confundir a la audiencia (en este momento) con un nuevo disco”.
Su mente es genial. Su óptica, distinta y real.
“Un genio debe ser complejo, no confuso. Es simple. Soy sólo una persona, pero como músico me enfoco en otras cosas”.
Si fue adelantado a su tiempo, es porque para Rodríguez, el tiempo es sólo un concepto.
“Nunca es muy pronto, nunca es muy tarde”.
El director que fue detrás de un mito
Sixto Rodríguez es la historia. Malik Bendjelloul conectó todos los puntos para hacer de “Searching for Sugar Man”, una realidad.
“Fue como una historia de detectives para encontrar a toda esta gente, la historia en sí es muy particular. Cuando la encontré pensé ´¡esta es la mejor historia que he escuchado jamás!’. Me enamoré de ella, es como la historia de Cenicienta. Mucho mejor, porque Cenicienta no tiene tan buena banda sonora”, dice Bendjelloul entre risas.
El director nunca antes había escuchado la música de Rodríguez. Cuando supo la historia personal, tampoco le prestó atención a su obra musical. Asumió que los que lo veneraban en Sudáfrica eran fanáticos. Tan pronto escuchó la lírica cambió de opinión.
“Es una historia maravillosa de principio a fin. Suena como si hubiera sido escrita. Pero su historia verdadera está más allá. Es como si fuera ficción, te golpea porque es una verdad, no está basada en una historia real, ¡ésta es la historia real! Rodríguez es tan bueno como los más grandes. Una historia como ésta es una bendición”, dice.
En el documental, Bendjelloul nos cuenta la historia de Rodríguez en dos partes y un intermedio. Primero como el mito, luego como el artista y posteriormente como el hombre-artista que todavía lucha por su música.
En la primera parte, al espectador que vaya a ver sin saber nada de Rodríguez, lo deja con un sentimiento denso. Te intriga. Luego le da la vuelta total hacia el reconocimiento hasta la actualidad.
“Es como tres filmes en uno, es sobre música, sobre un álbum que nunca escuchamos. Es como un filme de suspenso y hay una resurrección. El clímax de la historia es cuando Rodríguez está en el escenario. En la primera parte hay mucha belleza y arte cinematográfico y la segunda es un documental muy poderoso”.
Bendjelloul supo de Rodríguez en 2006 y comenzó a indagar a conectar los puntos de su investigación. Antes de conocerlo en persona, habló con él durante meses. Como parte del mito detrás, escuchó las historias más extrañas y surrealistas sobre él.
Mientras más escuchaba, más se intrigaba. “Escuchaba que era muy conflictivo, muchas cosas. Cuando lo conocí estaba muy nervioso. Lo que encontré fue un tipo muy agradable. Vestido todo de negro, con gafas oscuras. Como una estrella de rock muy surrealista. Mucha gente trata de ser un ´rockstar´ ! Y Rodríguez lo es! Lo ha sido toda su vida”, describe.
En 2008 comenzó el documental que fue aclamado en la pasada edición del Festival de cine de Sundance donde recibió el Premio del Público en la categoría de World Cinema, ha sido aclamado en los festivales de Tribeca, SXSW y en el Festival Internacional de Cine de Guanajuato.
La respuesta de los críticos y más del público, lo ha tomado por sorpresa. Más tomando en cuenta que es su primer filme.
“Es un tributo a él (Rodríguez) y una recompensa que ahora tenga el reconocimiento que no tuvo en su momento. Fue un adelantado a su época y su lírica aún es muy poderosa”.
¿Qué tan poderosa? Juzga por tí mismo escuchando sus dos álbumes de estudio, “Cold Fact” (1970) y “Comming from Reality” (1971) y la banda sonora de “Searching for Sugar Man”.
Publicado originalmente en agosto de 2012. «Sugar Man» ganó el Oscar a mejor documental en 2013. Su director, Malik Bendjelloul falleció en 2014.