Crónica de lo acontecido en el primer concierto del grupo mexicano en el Soldier Field en el que batieron récords, en plena pandemia, más lo que se tenía que haber cuidado.
Como el título de la canción más reciente de Marco Antonio Solís, “El Buki Mayor”, lo sucedido el 4 de septiembre en el Soldier Field de Chicago, “se veía venir”.
Sí, fue algo histórico e inolvidable. No solo por la música, los recuerdos y la nostalgia, también por ser el primer grupo mexicano —dicen que también latino— en lograr un lleno así en dicho recinto.
Es cierto que Los Bukis no es el primer grupo mexicano en presentarse en dicho recinto.
Antes y reciente, según registros, Jaguares —es decir, Caifanes luego de Caifanes y que luego volvió a ser Caifanes, pero esa es otra historia— se presentó el 6 de agosto del 2000, luego de un partido de fútbol, pero no reunió ni cerca, la misma cantidad de público, según cuentan. (No lo sé de cierto, porque emigré a Chicago en 2002 y no me consta).
Se han presentado otros, como Bronco, en los intermedios de partidos de fútbol, pero nada se compara con lo que lograron Los Bukis.
Veinticinco años después de su separación, el grupo mexicano liderado por el cantautor Marco Antonio Solís se reencontró con sus integrantes originales para cantar “Tu cárcel” en el concierto por streaming titulado “Bohemia en pandemia” de Solís, realizado 9 de mayo.
Fue una sorpresa ver a Los Bukis con su alineación de la década de los 80 —Marco Antonio Solís (guitarra y voz); Joel Solís (guitarra); José Javier Solís (percusiones y claro, “pandero”) —Marco y Javier son hermanos, Joel es su primo, son originarios de Ario de Rosales, Michoacán— Eusebio “chivo” Cortez —originario de la «capital», CDMX— (bajo); Pedro Sánchez —originario de Uruapan, Michoacán— (batería), y los hermanos Guadarrama —originarios de Zacatecas— Roberto y José, en los teclados.
Ese reencuentro originó memes, comentarios y claro, “se veía venir”, la expectativa de una gira, misma que se anunció a mediados de junio pasado, titulada “Una historia cantada” y que inició el 27 de agosto en el Sofi Stadium de Los Angeles, California, y donde al día siguiente dieron el segundo concierto de la gira, misma que arrancó con entradas agotadas en dicha ciudad, la segunda con más mexicanos o de origen mexicano, en el mundo (la primera, es la “capital” o la Ciudad de México).
Chicago, la tercera ciudad con más mexicanos en el mundo, donde integramos más del 80 por ciento de la comunidad latina, fue la segunda parada de la gira.
Y esa noche del 4 de septiembre marcaba el regreso de Los Bukis a la ciudad en la que se presentaron por primera vez en EE.UU. y que es parte de la historia contada y cantada del grupo.
Así lo reveló el propio Marco Antonio.
“Aquí fue la primera vez que canté (en EE.UU). En el Alamedas Casino, me parece (fue) el 16 de diciembre de 1977, por la Milwaukee y Pulaski; y desde entonces hemos venido”, me compartió “El Buki Mayor”, en declaraciones en ese entonces para Hoy, momentos previos a subir al escenario en su concierto de 2019.
El viaje por el tiempo y la distancia y la nostalgia comenzó con los acordes de “Mi fantasía” y de ahí, en esa noche del reencuentro para los fanáticos que llegaron a verlos en su juventud o para quienes este concierto fue nuestra primera vez de verlos reunidos, fue, simplemente mágico e inolvidable. Según el equipo de Los Bukis, se dieron cita es primera noche, más de 50 mil personas.
Corear las canciones, verlos felices, cantar con ellos esas canciones de su discografía, éxitos eternos, que evocan momentos, sentimientos, quereres, adioses, que forman parte de la historia de muchos, de la historia de México, de los mexicanos en EE.UU., fue fenomenal.
Seguro, cada quien tiene su momento especial. En mi caso, fue ver a José Javier Solís tocar el pandero en el tema “Yo te necesito”, en vivo, luego del paso de los años.
Pero esto sin perder ni la esencia, ni la locura, ni el gusto, ni el carisma, de este video de una presentación del grupo en la década de los 80 y que hace cinco años comenzó a hacerse viral por su estilacho y entrega al tocar el pandero, un instrumento que podría pasar sin pena ni gloria, pero que José Javier (bautizado en redes y en el internet como “el pandero asesino”) logró llevar a otro nivel y que da la moraleja de que hagas lo que hagas, hazlo con pasión, con amor, con respeto, en tu lugar y haciendo tu parte en tu grupo o equipo, disfrutándolo y se notará.
El cierre, la despedida, fue también apoteósica.
…Y lo que se tenía que haber cuidado
Sí, me refiero mínimo el uso de cubrebocas/mascarilla aún siendo un concierto “al aire libre” y a la toma de temperatura o pedir la prueba de vacunación como requisito en la entrada, como en Lollapalooza. Al fin, esto fue “Bukipalooza” o el “Lolla” mexicano.
Porque “se veía venir” desde que se anunció que así sería. “Se veía venir”, rumbo al Soldier Field, por la autopista 55, donde el tráfico se comenzaba a congestionar ya rumbo a Lake Shore Drive. Lo típico cuando viene a jugar la Selección Mexicana a ese mismo lugar pero nunca jamás, un grupo mexicano había causado tanta expectativa.
El tráfico, a vuelta de rueda. Y por McCormick Place, los que se pusieron truchas en la venta de playeras “piratas” del evento, fueron los afroamericanos. No hablarían español algunos o quizá ni sabrían quiénes eran Los Bukis, pero sí que sabían que la venta era segura. ¿A cuánto daban las playeras? A 20 dólares.
Estacionarse en los lugares cerca del Soldier, era otro gasto. No, no serían los $20 o $30 que usualmente se paga por estacionarse para un concierto en el Allstate Arena o en el United Center: Aquí eran $50.
Pero, en el precio venía el no caminar tanto: la flojera o la comodidad, cuesta. Durante la caminata de aproximadamente 10 minutos al recinto, “se veía venir”: la mayoría de la gente no usaba mascarilla/cubrebocas.
No sorpresa. Personalmente, sí, iba con una mascarilla NK95, que se dice, son las que te protegen más, además de un “face shield” —careta, cubierta facial o escudo facial— que me hizo en el camino y para todo el que me vio, algo así como una atracción de feria, un fenómeno. (Este fue el primer concierto presencial al que asisto luego de casi dos años. Y lo hice solo por ser «al aire libre» y por ser Los Bukis).
Al ir por el boleto físico a taquilla, porque pues es el recuerdo de algo histórico y si uno tiene algo de archivo humano o le gusta cachibachear, lo quiere, todo seguía igual. Gente sin mascarilla. Pensé, quizá en la entrada, tomarán la temperatura. Inocente de mí.
Esto no era Lollapalooza. Era Bukipalooza. Este no era un evento al aire libre que reuniría a una multitud de turistas o anglosajones. Este evento, reuniría en su mayoría, a mexicanos.
Ni toma de temperatura, ni pedirte la prueba de la vacuna, pero eso sí, si tu bolsa de mano pasaba de cierto tamaño, no pasaba. Tenías que regresarte a dejarla en el auto, o darle la despedida y dejarla en un bote de basura.
Ya estando dentro, en el área del campo, en la sección J para la que se compraron los boletos con meses de anticipación, igual. Casi nadie tenía mascarilla puesta y yo ahí, luciendo como una paranoica por usar cubrebocas/mascarilla y careta y de nuevo, vista como fenómeno de feria de pueblo.
Supuse —oh, inocente de mí— que año y medio después de la pandemia, que en pleno brote y próximo piso de la variante Delta, de la llegada de la variante Mu que demuestran que aun vacunados, nos podemos contagiar y contagiar y que en vísperas de las que faltan, habíamos aprendido algo por lo sucedido, sufrido o padecido. Que como mexicanos en Estados Unidos, en Chicago particularmente, donde la comunidad latina, que es mayoría mexicana, ha registrado el mayor número de casos del virus y decesos, habría más cuidado.
Pensé que quizá algunos habrían visto los efectos del COVID-19 de cerca y que eso los haría más sensibles, precavidos y empáticos. Parece que no.
También pensé que, por el regreso presencial a clases, quizá serían más cautelosos. Pero, no.
Como mexicana, admiro esa capacidad que tenemos “de aguantar vara” (lo que llaman resiliencia), de tener ese gusto por la vida, en ocasiones, ese valemadrismo, de poder reír hasta en la desgracia.
Pero, también como mexicana que radica en Estados Unidos, quiero ver una comunidad que así como llena recintos y apoya a sus artistas favoritos, que se da gusto en el baile, se ponga «al tiro» y exija sus derechos y su cuidado. Somos la minoría más grande. Tenemos un poder que hacer valer para cosas que valen más.
También eso “se veía venir”. Y lo que vendrá, también: un posible aumento en los casos de contagios. Espero que no. Y que la bendición de nuestro Señor El Buki y sus hermanitos Bukis nos bendiga y proteja a todos, para luego no andar pidiendo un milagro. Que tengamos salud.
“Una historia cantada”, tendrá su segunda presentación en Chicago, este 5 de septiembre. Continuará el 15 de septiembre en Dallas, Texas; el 18 en Houston, Texas; el 25 en San Antonio, Texas y el 1 y 2 de octubre en Oakland, California.
Aún no se han anunciado fechas en México. Solo “El México del Norte”, es decir, los mexicanos en Estados Unidos, tienen por el momento el privilegio. Por la logística, por la vacuna y por el cuidado que se supone, debemos tener. Y claro, porque aquí la nostalgia se paga en dólares.
En conclusión: El mejor concierto de un artista mexicano que he visto, claro, eso decimos los que crecimos con su música. Sin embargo, estar en tiempos de pandemia, lo hizo un poco agridulce. Hay que cuidarse. Solo así podremos volver a vivir como antes, en la normalidad. Pero hay que hacer el mínimo esfuerzo y tener voluntad.
Pero, todo lo contado aquí «se veía venir».