“Las pinturas tienen una vida propia que se deriva del alma del pintor”. _Vincent Van Gogh
Con esta frase, el propio Vincent Van Gogh (1853-1890) parece describir al visitante de la exhibición “Immersive Van Gogh”, lo que vivirá al verla.
Vivirla, sentirla, sufrirla, amarla.
Porque en la experiencia de más de media hora, donde una selección selecta –algunas las más conocidas como “La noche estrellada”, “El dormitorio en Arlés”, Terraza de café por la noche” y “Los girasoles”—de las más de las más de 900 obras del pintor neerlandés parecieran toman vida, también su alma, su esencia, su sentir, su dolor y pasión.
Adelantado. Apasionado. Atormentado. Visionario. La eternidad, fama y prestigio mundial del que goza en muerte, como casi todos los genios que se niegan en vida a comprometer su esencia, no la tuvo en vida.
Sin embargo, esta exhibición viajera que se presenta en Chicago hasta el 6 de septiembre, dejan claro que si bien Van Gogh no generó riqueza material para él —y desde su muerte ha generado para muchos— lo suyo, como casi toda esa estirpe de genios y personas incomprendidos que van contracorriente y que no van con la manada, es ser eternos.
Los de esa estirpe que hacen las cosas a su ritmo y gusto sin importar lo que los otros digan, que no copian o se “inspiran” de nadie porque solo sirven a su don y maldición, se paran y dicen como Vincent, «intento cada vez más ser yo mismo, me importa relativamente poco si la gente aprueba o desaprueba» y que manifiestan “prefiero morir de pasión que de aburrimiento”.
Sus obras, proyectadas en paredes en blanco, no llenan solo espacios físicos. Se expanden, se cuelan, te llegan al alma y de repente, pueden calarte y calmarte emocionalmente, llevándote en un vaivén de emociones y sentimientos. Como la propia vida.
Porque además la selección musical que acompaña a las obras es lo más. Las obras de Van Gogh adquieren otros matices en ese color de transmitir sentimientos a ritmo de temas como la suite para clave en re menor de Handel, “Urami Bushi” de Mieko Kaji —que forma parte de la banda sonora del filme “Kill Bill Vol. 1” (2003) de Quentin Tarantino— y la soberbiamente declaración de vida y obra “Non, Je Ne Regrette Rien interpretada por “El ruiseñor de Francia”, Edith Piaf, otra de la estirpe de Van Gogh, de los que sienten demasiado.
“Es mejor tener mucho espíritu, aunque se cometa un mayor número de errores, que ser de mente estrecha y prudente para todo”.
Vincent Van Gogh
Cada imagen, cada segundo, cada momento de lo que se ve y vive en la exhibición, es testimonio de las propias palabras de Vincent “Puse mi corazón y mi alma en mi trabajo, y he perdido mi mente en el proceso” y que supo que “el arte es para consolar a los que están quebrantados por la vida”.
“Quiero tocar a la gente con mi arte. Quiero que ellos digan ‘él siente profundamente, él siente con ternura’”. Y eso se siente, profundamente, en Van Gogh Immersive.
Una experiencia que igual que la vida —como dijo el Nobel colombiano, santo patrono del realismo mágico y del periodismo, Gabriel García Márquez (1927-2014)— hay que vivirla para contarla, experimentarla con todos los sentidos y eso sí, cada quien a su manera.